Bordar es definido por Antonio Floriano en su libro Artes Decorativas Españolas como "toda labor de aguja, en la cual sobre un tejido o materia de fondo penetrable, se aplica una decoración." La intervención esencial de la aguja que penetra una superficie para transformarla es lo que diferencia al bordado de las otras técnicas textiles como el telar.
Tras esta definición hay una serie de procesos que, a mi entender, hacen del bordado una práctica corporal. El primero del que deseo hablar es del tiempo. En el bordado el tiempo se expande y se fuga. Los minutos no transcurren como en el cotidiano, las bordadoras tenemos la sensación de que han pasado solo minutos cuando en realidad llevamos horas con la aguja. Otra característica del tiempo del bordado es que se convierte en espacio, en nuestra habitación propia. El tiempo de bordado debe ser nuestro, no aceptamos interrupciones que nos ponen de mal humor... Si me ves bordando no me molestes por favor, estoy en mi habitación propia y solo quiero compartirla con otras bordadoras. En el tiempo de bordado nos sumergimos en nuestra esencia, para algunas caótica y desesperadas, para otras tranquila e ilusionada y para la mayoría una mezcla de todo ello.